Tren Maya: el precio de la integración

Desde hace algunos años, las ciudades experimentan un crecimiento acelerado e incesante debido a que la mayor parte de la población se concentra en las grandes ciudades. Este fenómeno aumenta y acelera los problemas ya existentes de estas grandes metrópolis, al tiempo que provoca un abandono y desafíos igual de complejos en las regiones aledañas a estos grandes centros de población y de servicios. Así, la demanda de vivienda social, la salud pública, la educación y sobre todo el transporte y la movilidad se tornan centrales. 

La respuesta a estos problemas parece encontrarse en la herramienta política de la planificación y el ordenamiento territorial. La planificación, en diferentes escalas sea: nacional, local, municipal, regional, global se torna vital para reducir y controlar los fenómenos que acompañan al crecimiento poblacional y a los fenómenos desencadenados por la relación dialéctica entre los centros urbanos y las periferias o regiones rurales. 

Como parte de la gestión pública y del ordenamiento y la planificación de la región, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador inauguró, parcialmente, el 15 de diciembre del 2023 el proyecto “Tren Maya”, cuyo objetivo es promover, potenciar e incentivar el turismo en algunas de las regiones más pobres del país. 

De manera breve, el Tren Maya es una red ferroviaria -hablamos de red y no de línea porque el concepto de red implica el vínculo y la complementariedad de servicios e instituciones- que conecta el sureste de México atravesando 5 estados: Chiapas, Tabasco, Campeche, Yucatán y Quintana Roo. El tren ofrece 3 servicios distintos: transporte, turismo y carga. Con respecto a los trenes, de los 42, 10 funcionan a diésel, mientras que los 32 restantes lo hacen de manera híbrida. 

El Tren Maya circula por aproximadamente 1.500 km de vía férrea. Con respecto a los costos del megaproyecto, será el estado quién asumirá todos los gastos. Inicialmente el costo rondaba entre los 120.000 y 150.000 millones de pesos mexicanos, sin embargo, el coste total es de casi 500.000 millones. 

Desde la perspectiva de la planificación y el ordenamiento territorial, el proyecto es un gran acierto de parte del gobierno mexicano. Indudablemente, representa un impulso al desarrollo económico del sureste del país, que es además la región más pobre, a través del turismo. Por ello, la lógica de la ruta y las paradas son esos grandes centros atractivos de turistas como la Riviera Maya o Cancún o las nuevas zonas arqueológicas como Quintana Roo. 

También es un acierto la diversificación de funciones por parte del tren. Al ofrecer los 3 servicios, el tren aumenta los ingresos, así como amplía los consumidores y beneficiarios, reduce los tiempos de viaje y mejora la accesibilidad de todas las regiones que constan en la ruta. Finalmente, el tren será operado por una empresa pública, con ello, al menos en los papeles, el estado será quién garantice la operatividad y funcionalidad del servicio. 

A pesar de los aciertos de la planificación del Tren, existen diversas posturas contrarias a su creación, expansión, localización y ejecución. El mayor conflicto tiene que ver con el tramo 5, el cual se considera un ecocidio debido a la destrucción de la flora y la fauna endémicas de la región. 

Como medida para proteger al sector hotelero de la región, el trazado fue modificado y se decidió situar el trayecto unos 7 km selva adentro. Eso generó una serie de manifestaciones y de señalamientos ante la deforestación, destrucción y contaminación de ríos, cuevas, selva, fauna, etc. 

Tristemente, el rostro del desarrollo tiene esos matices de progreso y destrucción, el Tren Maya es la clara manifestación de esta realidad dialéctica que sin duda promoverá el desarrollo de las zonas más pobres del país y el costo son varias hectáreas de selva, así como animales, ríos, cuevas que se verán directa e indirectamente afectadas.