Quito, como capital del Ecuador, enfrenta una crisis que no solo refleja problemas económicos y sociales, sino también las tensiones entre los nuevos y viejos paradigmas urbanos. Estas transformaciones, vinculadas a la gestión política y estructural de la ciudad, han generado desafíos en la movilidad, el espacio público y la identidad urbana. La crisis no es solo institucional, sino también cotidiana, ya que los habitantes viven y se adaptan a estos cambios, lo que hace necesario repensar las dinámicas y políticas que afectan la vida en la ciudad.
El Ecuador experimenta, desde hace algunos años, un largo proceso de crisis social y política que evidencian la ineptitud e incompetencia de los gobiernos de turno. Sumido en una ola de violencia, delincuencia y corrupción, el Ecuador debe ahora afrontar una nueva crisis, la crisis energética.
Si seguimos negando nuestro pasado – como se hizo en el 2007 –, y jugando para nuestros propios beneficios, la representación de esas múltiples voces que tenemos quedará en palabras y algunos valientes que harán territorio y morirán en la causa, mientras siempre en el lugar donde se puede instituir el cambio seguiremos debatiendo de lo mismo que debatimos desde el regreso a la democracia. Y así, nunca jamás seremos nación, como nunca lo hemos sido.